El corazón de Lena martilleaba desbocado en su pecho mientras miraba boquiabierta al hombre sentado al final del pasillo. Su cuerpo se congeló y lo único que pudo hacer fue mirar fijamente al hombre del asiento 37A. ¿Qué demonios hacía allí? No podía ser posible.
Su corazón se aceleró y balbuceó: «Esto no puede estar pasando», «Esto no puede ser verdad». De repente, estaba completamente perdida en el momento, olvidando todo lo que la rodeaba. Sus compañeros de trabajo, los demás pasajeros y los preparativos para el embarque desaparecieron de su mente. Sólo podía mirarle fijamente.
Tenía los mismos cálidos ojos color avellana, el mismo pelo castaño e incluso sus modales eran idénticos. Se le aceleró el pulso mientras seguía mirándolo. Pero no podía ser real, ¿verdad? Tenía que ser algún tipo de ilusión cruel.