La Sra. García compartió entonces una dolorosa verdad: Gabriel no tenía padre y tuvo que criarlo sola. Cuando descubrió que iba a tener gemelos, sabía que no podría criar sola a dos hijos, así que tomó la desgarradora decisión de dejar a uno de ellos en un orfanato.
Lena no se lo creía, pero no podía imaginar las difíciles circunstancias a las que debió de enfrentarse la señora García. Sintió empatía por ella, comprendiendo que hizo lo que creía mejor para el futuro del niño.
Mientras las lágrimas corrían por el rostro de la Sra. García, Lena se sintió dividida entre la rabia por el secreto guardado y la compasión por su difícil decisión.
El amor de la Sra. García por sus hijos era evidente, incluso en su arrepentida confesión.