Cuando llegó a la casa, llamó al timbre con impaciencia. Al cabo de unos segundos, la señora García abrió la puerta con los brazos abiertos, invitándola a pasar para darle un abrazo.
«Siento molestarla tan tarde», empezó Lena. «Pero necesito hablarte de algo importante». Fue directa al grano.
La señora García sonrió cálidamente y le aseguró a Lena que nunca era una molestia. «Sólo he hecho unas galletas», dijo con un deje de tristeza, «las que le gustaban a Gabriel».