El corazón de Liam se aceleró, la incredulidad inundó todos sus pensamientos. ¿Esto estaba ocurriendo realmente? El pánico y la esperanza se mezclaron en su interior, dejándole paralizado por un momento. ¿Debía llamar a sus padres, que estaban al otro lado de la habitación, ignorantes del milagro que se estaba produciendo? ¿O llamar a una enfermera? Y, sobre todo, temía asustar a Oliver: ¿hablar demasiado alto o actuar con demasiada precipitación perturbaría este frágil momento de despertar?
Cuando Liam se dio cuenta de que era el momento que todos habían estado esperando -Oliver por fin se estaba despertando-, se levantó suavemente de la silla y llamó a sus padres en voz baja. «Mamá, papá, venid rápido», susurró. Tan pronto como sus padres comprendieron la situación, corrieron hacia la cama.