Su corazón se hinchó cuando empezó a desvelar este capítulo de su vida a Oliver. «Vas a ser tío», murmuró, con una sonrisa iluminándole la cara. Pero justo cuando las palabras salían de sus labios, una sombra fugaz en el rostro de Oliver lo detuvo en seco. ¿Era… un tic? ¿Un espasmo muscular involuntario? No podía ser. Durante una década, Oliver no se había movido lo más mínimo. Liam parpadeó, luchando contra la incredulidad, con el corazón acelerado mientras la esperanza y la duda libraban una guerra en su interior.
En la silenciosa habitación, mientras Liam desnudaba su alma, percibió una débil sombra de movimiento. Se dijo a sí mismo que era producto de la emoción, tal vez un truco de sus ojos llorosos. Pero cuando volvió a sumergirse en su historia, allí estaba de nuevo, ese leve movimiento. Parpadeó rápidamente, despejando la niebla de sus ojos, tratando de confiar en sus propios sentidos. Y entonces, al disiparse la bruma, un susurro de esperanza cosquilleó en su mente, una esperanza que había reprimido durante una década…