Sus ojos brillaban con una mezcla de frustración y desesperación. La insinuación de que sus experiencias eran inventadas le dolía mucho. «He vuelto para compartir algo vital», insistió, con la voz temblorosa por la urgencia. «Necesito que me escuchéis de verdad. No se trata sólo de mí; se trata de todos nosotros. Es una cuestión de vida o muerte».
Finalmente, sus padres y su hermano cedieron y se sentaron a escuchar lo que tenía que decir. Oliver aún estaba débil, pero había reunido fuerzas suficientes para hablarles. Las palabras fluían de él, como si ni siquiera tuviera que pensar en lo que decía.