El médico se aclaró la garganta, rompiendo el hechizo. «Mire», comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras, «los pacientes, después de salir de un coma, a veces pueden tener dificultades para distinguir la realidad de los sueños». Liam intercambió una mirada con sus padres, que se aferraron a las palabras del médico, tal vez en busca de una apariencia de tranquilidad. «Es esencial», continuó el médico, «darles tiempo y no sacar conclusiones precipitadas basadas en sus declaraciones iniciales».
La mandíbula de Liam se tensó. En el fondo, un instinto le decía que Oliver no estaba simplemente confundido. Su vínculo, fortificado a lo largo de los años, le aseguraba que las palabras de Oliver tenían peso. Sin embargo, Liam no podía deshacerse de la persistente sensación de que algo, en alguna parte, estaba mal.