La mirada de Liam se fijó intensamente en el rostro de Oliver, notando un sutil movimiento de sus párpados. El delicado aleteo de sus pestañas insinuaba algún movimiento subyacente. Algo estaba a punto de ocurrir. Afortunadamente, la enfermera aún no había salido de la habitación y también se percató del movimiento. Con urgencia en la voz, pidió ayuda y, en unos instantes, la habitación bullía con la presencia de enfermeras y médicos.
En un instante, la sala se convirtió en un hervidero de movimiento. Los profesionales médicos se precipitaron en un caos sincronizado, las máquinas emitieron sus alertas y las enfermeras dieron órdenes claras y rápidas. Era una cacofonía de esperanza y urgencia. En medio de todo, Liam era una isla de quietud, con la mirada fija en Oliver, las lágrimas brillantes, esperando esa señal de vida.