Un hombre acude al hospital para hacerse un chequeo y el médico mira su radiografía y le susurra: «Lo siento»

La llegada de Rohan a la treintena trajo consigo un acontecimiento inquietante: su estómago, ya de por sí inusual, empezó a expandirse a un ritmo alarmante. Era como si una fuerza invisible empujara contra su piel, tratando de liberarse. Su reflejo en el espejo era el de un hombre atrapado en un cuerpo que no sentía como propio. En su mente resonaba una pregunta desconcertante: ¡¿Qué demonios estaba causando esto?!

Temeroso de enfrentarse a su propio reflejo, esquivó cualquier posible espejo: escaparates, superficies pulidas, incluso charcos en el suelo. Cada mirada a su vientre hinchado era un recordatorio implacable de la silenciosa batalla diaria a la que se enfrentaba.

Sin embargo, a pesar de las molestias físicas y el ostracismo social, Rohan demostró una resistencia duradera. Su semblante estaba marcado por una tranquila determinación. Persistió en su laborioso trabajo de campo, cada día como testimonio de su inquebrantable coraje y fuerza de voluntad.