Con el paso de los años, el estómago de Rohan empezó a crecer de forma desproporcionada con respecto a su esbelto cuerpo. Al principio, le pasó desapercibido. No era más que un niño, más preocupado por sus aficiones infantiles que por su físico. Sin embargo, la irregularidad pronto llamó la atención de su comunidad.
Comenzaron a circular sutiles murmullos, silenciosos al principio, pero que se intensificaron con el tiempo. Los apodos despectivos de «cerdo gordo» y «mujer embarazada» le hacían estremecerse cada vez que los pronunciaba. Los niños se reían de él, los adultos le miraban con una mezcla de curiosidad e incomodidad. Era como si, de la noche a la mañana, se hubiera convertido en objeto de una burla que no comprendía.
Los campos, antes acogedores, se transformaron en arenas de juicio, cada mirada de reojo se sentía como un aguijonazo, cada comentario susurrado era una fuerte ráfaga lista para derribar su compostura. Rohan se encerró en su caparazón, y sus sueños de vagar por los extensos campos se vieron empañados por el temor a las agudas burlas de la sociedad. La vida era difícil, pero él perseveraba, creyendo que, con el tiempo, las cosas mejorarían. Pero nunca lo hicieron…