Un hombre acude al hospital para hacerse un chequeo y el médico mira su radiografía y le susurra: «Lo siento»

Sus campos se convirtieron en su santuario, un testamento viviente de su viaje, que le recordaba constantemente la fuerza que nunca supo que poseía. Las lecciones que Rohan extrajo de su tierra fueron numerosas, y cada una de ellas reafirmó su creencia en la resistencia, la aceptación y el insondable misterio de la vida.

Su vida, marcada por lo inesperado, era ahora una danza íntima con el universo. Los días que pasaba cuidando los campos ya no eran sólo de agricultura; eran meditaciones sobre la existencia, sobre las extrañas peculiaridades de la vida y sobre su lugar en el gran tapiz del cosmos.

A lo largo de cada estación y cada cosecha, Rohan recogía sabiduría de sus campos, llevando adelante su historia única de resistencia, transformación y compañía silenciosa.