En el ritmo de la naturaleza encontró paralelismos con su vida. Observó que las semillas que plantaba reflejaban su propia existencia. Las semillas estaban enterradas en la oscuridad, envueltas y alimentadas por la tierra, como su gemela, dormida y envuelta en él. Las vio crecer, elevarse hacia el sol, resistir tormentas y sequías, encarnar su propia lucha contra el shock inicial y la posterior aceptación de su condición.
Observó cómo algunas plantas se entrelazaban, apoyándose unas a otras, recordando el vínculo que compartía con su gemela silenciosa. Incluso las plagas y las malas hierbas que amenazaban su cultivo resonaban en él, simbolizando los desafíos que intentaban trastornar su vida, sólo para que él los superara.