Un hombre acude al hospital para hacerse un chequeo y el médico mira su radiografía y le susurra: «Lo siento»

Mientras su cuerpo se recuperaba lentamente de la terrible experiencia física, Rohan se sumía en una tempestad emocional. A menudo se encontraba trazando distraídamente la cicatriz que le atravesaba el abdomen, un símbolo táctil de una experiencia tan fantástica que parecía sacada directamente de una novela de ciencia ficción. Cada vez que las yemas de sus dedos rozaban la herida cicatrizada, era un duro recordatorio de una realidad demasiado surrealista para digerirla.

¿Cómo iba a encajar esta nueva información dentro de los parámetros de su entendimiento? ¿Esta revelación sobre su propia anatomía, su propia existencia, que contradecía brutalmente todo lo que había creído sobre sí mismo?

Sus pensamientos se agitaban con preguntas existenciales, provocando una reevaluación de su vida. Cada recuerdo, cada experiencia, fueron sometidos a escrutinio, vistos a través de la lente refractiva de su asombrosa realidad. ¿Era él, como siempre había sabido, sólo Rohan, el modesto granjero que cuidaba de sus cultivos bajo el sofocante sol de la India? ¿O era algo más, algo complejo? ¿Era también su propio gemelo, una entidad subdesarrollada que había compartido su existencia en silencio, oculta en las sombras de su cuerpo?