Todos los ojos de la sala estaban fijos en la figura desnuda de Rohan, todas las mentes lidiaban con aquella visión que desafiaba la comprensión. Una ola de inquietud recorrió la sala. Varios especialistas ofrecieron sus puntos de vista, cada uno contribuyendo a la desconcertante discusión, pero el consenso seguía siendo difícil de alcanzar.
La atmósfera de la sala se tensó, el aire pareció diluirse como si se preparara para el impacto. Tenían que actuar, ¡y rápido! Si dudaban, las posibilidades de supervivencia de Rohan disminuirían considerablemente. Así que, aunque no estaba seguro de la situación, el cirujano jefe decidió seguir investigando. Contuvo la respiración y movió la mano con delicadeza dentro de la cavidad abierta. De repente, se detuvo bruscamente. Sus dedos habían rozado algo, una sensación que le produjo un escalofrío.
Con cuidadosa deliberación, retiró la mano, descubriendo en el proceso una visión que se grabaría para siempre en la memoria de todos los presentes en la sala. Allí estaba, una forma inconfundiblemente familiar: una extremidad.