Al comenzar la operación, las manos del cirujano permanecieron inquebrantables a pesar de la incertidumbre que se cernía sobre ellos. La primera incisión se ejecutó con gran precisión, atravesando el silencio que cubría el quirófano.
La sala zumbaba tranquilamente con el rítmico pitido de los monitores y los ocasionales intercambios en voz baja entre el personal médico. Bajo la bruma de la anestesia, la conciencia de Rohan fluctuaba entre la realidad y un estado onírico. Entonces, de repente, algo cambió la atmósfera de la habitación…
Un grito ahogado atravesó el silencio de la sala. El cirujano se quedó inmóvil, con los instrumentos quirúrgicos en la mano y la incredulidad grabada en el rostro. Su ayudante, una joven enfermera, contemplaba horrorizada la cavidad abierta. Ambos intercambiaron miradas y su comunicación silenciosa reveló su conmoción mutua. ¿Qué estaba pasando?