Amanda estaba perpleja mientras miraba el monitor como si fuera su propia casa la que se estaba reproduciendo en la pantalla frente a ella. Allí, parados frente a ella en medio de su propia cocina, había tres hombres desconocidos.
Una abrumadora sensación de miedo, vergüenza e indignación recorrió su cuerpo como una corriente eléctrica. Ella solo podía mirar, impotente, mientras la cámara continuaba deambulando por la habitación.
Tenía la innegable sensación de que tenía algo que ver con él. Cuando uno de los hombres se acercó a su horno y abrió la puerta, pudo sentir que su corazón latía con fuerza dentro de su pecho. Cuando se giró para ver lo que había dentro, dejó escapar un fuerte grito y no pudo contener las lágrimas que comenzaron a rodar por su rostro.
Amanda nunca podría haber imaginado tocar fondo en su vida. Hacía apenas un par de semanas estaba flotando en una nube; todo iba de acuerdo al plan. La hermosa casa en el barrio acomodado, su amado esposo a su lado y la noticia de que su familia pronto crecería fue el sueño hecho realidad.
Durante años, Amanda y su esposo intentaron formar una familia, pero sin éxito. Sin embargo, pronto ocurrió un milagro y esperaban a su primer hijo. Poco sabía ella ahora, mientras miraba hacia el futuro con alegría, que estaba a punto de llegar a un punto realmente bajo en la vida.
Siempre pensó que la vida iba a ser un viaje lleno de amor y todo lo que siempre había esperado. Sin embargo, todo eso cambió, en ese fatídico día, al despertar y darse cuenta de que todo lo que siempre había esperado se había evaporado en el aire, dejándola sola y en estado de conmoción. Se quedó con nada más que infinitas posibilidades para un futuro que, por el momento, parecía sombrío e incierto.
Durante tres laboriosos años, Amanda y su esposo intentaron concebir un bebé. La pareja había pasado por tantas cosas juntos que creía que eso los había unido como el acero. Ella estaba tristemente equivocada.