Cuando Mia se despertó en medio de la noche con un ruido fuerte, no sabía qué esperar. La explosión pareció provenir de la sala de estar. Se levantó rápidamente de la cama, tomó la pistola que le había dejado su marido y bajó las escaleras con cuidado. No encontró a nadie en la sala de estar, pero después de dar unos pasos hacia la cocina, escuchó nuevos ruidos allí.
Corrió hacia el alboroto y apuntó con su rifle a una sombra en la esquina. «¡Quieto o dispararé!» gritó, llena de adrenalina.