Con los ojos vendados
Tiffany condujo a casa y despertó a su madre. Con su sándwich y café todavía en mano, Tamera fue apresurada al asiento trasero por su hija. Tamera no tenía idea de lo que le esperaba. Sabía que tenía que darse prisa para desayunar, porque Tiffany tenía una venda en los ojos.
Tamera no entendía por qué su hija tenía que vendarle los ojos. Ella misma había elegido el color de la pintura, ¿no? Poco sabía ella que le esperaba una gran sorpresa. Varias veces trató de preguntarle a su hija por qué tenía que usar la venda en los ojos, pero no le dijo nada.
Se acercaron a la casa…