En la comisaría, no importaba lo que dijera Chester. Nadie iba a creerle a una persona sin hogar. Todos los oficiales pensaron que no era digno de confianza, o incluso que era drogadicto. Así que lo encerraron en una celda y llamaron al dueño de la billetera, informándole que se la habían robado.
Chester tenía miedo de que el hombre generoso pensara que le había robado la cartera…