Rebecca finalmente dejó escapar un gran suspiro de alivio. Por fin podía volver a respirar. La verdad había salido a la luz. Se habían burlado de ella, la habían llamado loca. Todos, incluidos sus amigos más íntimos y su familia, habían hablado de ella a sus espaldas. Pero ahora sabían la verdad. El asombro y la sorpresa en sus caras fue la mejor venganza que podía esperar.
Mientras cogía las manos de Dean, sus miradas se cruzaron en una conversación silenciosa. Él había sabido desde el principio por qué se casaba con él y había estado a su lado en todo momento. Pero era el único. Todos los demás le habían dado la espalda poco a poco.
Se reían a sus espaldas, preguntándose qué veía en él. Para ellos, no era más que un vagabundo que vivía en la calle. Mientras tanto, ella era joven, guapa y siempre el alma de la fiesta. Además, ¡era casi 20 años mayor que ella! Lo habían tachado de repugnante y ridículo, pero ahora, cuando se enteraron de por qué estaban juntos, se callaron. Nadie lo había visto venir…
Desde muy joven, Rebecca sintió debilidad por los pobres y los sin techo. Incluso cuando era estudiante, intentaba ayudar a los menos afortunados, compartiendo sus almuerzos y prestando oídos. Su bondad no era sólo una fase pasajera, sino que creció con ella. Lo que no esperaba era que sus pequeños actos de generosidad desembocaran en algo mucho más grande;
Cuando Rebecca conoció a Dean, era el primer día de las vacaciones de verano. Después de un semestre agotador, Rebecca y su amiga Nikki estaban disfrutando juntas de la última tarde, dispuestas a tomarse un merecido descanso. Deambulaban por las calles de la ciudad, ansiosas por dejar atrás los pensamientos sobre la escuela. Sin embargo, lo que ella no esperaba era que en las próximas semanas, algo más estaría en su mente;
Rebecca era una chica guapa que siempre había sido una de las más populares del colegio. Siempre estaba rodeada de un amplio círculo de amigos, su risa y su belleza atraían a la gente. A pesar de ello, la vida amorosa de Rebecca era una montaña rusa de relaciones fugaces. Los chicos hacían cola, ansiosos por tener la oportunidad de estar con una de las chicas más despampanantes del lugar.
Pero este tipo de atención no la hacía feliz. A menudo salía con deportistas a los que les gustaba presumir de ella, diciéndole cosas como: «Mira qué novia más guapa» o «¿A que es preciosa?». La llevaban a fiestas donde todo el mundo los miraba. Le gustaba que se fijaran en ella, pero en el fondo sabía que esas relaciones no tenían sentido.