Lo increíble e impensable ocurrió justo aquí
En la tranquila ciudad ribereña de Babahoyo, enclavada en medio del exuberante paisaje ecuatoriano, se produjo un fenómeno desconcertante que conmocionó a la comunidad local. El argumento estaba sacado directamente de un guión surrealista de Hollywood. Sin embargo, era real e implicaba a una mujer de 76 años llamada María Rodríguez.
María, una afectuosa anciana conocida por su carácter benévolo y su entusiasmo por la vida, era una figura muy querida en su comunidad. Por eso, cuando llegó la terrible noticia de su fallecimiento tras un presunto derrame cerebral, la comunidad de Babahoyo sintió como si un vacío irreparable se hubiera apoderado de ella.
El hospital local había declarado muerta a María, un anuncio que rápidamente sumió a toda la ciudad en el luto. Para los ciudadanos de Babahoyo, la muerte de María fue un golpe trágico, pero para su familia más cercana fue una pérdida insuperable. En primer plano estaba su hijo, Antonio Mendoza, que se enfrentó a la terrible noticia, intentando mantener un rostro firme por el bien de su afligida familia.
En medio de un ambiente cargado de dolor, María fue cuidadosamente colocada en un ataúd. El ataúd de madera ornamentada fue trasladado a una funeraria local, donde sus familiares y amigos, desolados, celebraron un velatorio. Faltaban pocas horas para el entierro y todos se hacían a la dolorosa realidad de la partida de María.
Mientras los dolientes se reunían, susurrando oraciones por la tranquila transición de María, eran totalmente ajenos al asombroso acontecimiento que estaba a punto de producirse. Un episodio que desafiaría su percepción de la vida, la muerte y todo lo demás.
Tras casi cinco horas de angustiosa vigilia, llegó el momento de abrir el ataúd de María para cambiarle de ropa para la ceremonia final. Pero al levantar con cuidado la tapa del ataúd, ocurrió lo imposible. María jadeó, su cuerpo se agitó y la sala se sumió en un silencio atónito.