Cuando los vecinos se acercaron, apenas podían creer lo que veían sus ojos. Allí, acurrucado entre los palos y ramas del enorme nido de águilas, estaba el bebé de Harrison. Pero la verdadera sorpresa llegó cuando vieron al polluelo jugando con tres crías de águila, acariciándolas suavemente como si fueran sus propios polluelos.
El polluelo parecía estar perfectamente a gusto, revolcándose con los polluelos de águila y acariciándolos. Estaba claro que no se lo habían llevado por despecho, sino que había encontrado un papel inesperado en la vida del águila. ¿Qué demonios estaba pasando?
Los vecinos se miraron, completamente perplejos. ¿Cómo era posible? Uno de los expertos en fauna local, el Dr. Martin, seguía de cerca la situación y llegó justo a tiempo para ver la extraña escena. Tras unos instantes de observación, se dirigió al grupo y reveló una teoría que nadie podría haber predicho.