La noticia se extendió rápidamente por el vecindario. Los Harrison estaban incrédulos, sin saber cómo su querida mascota había desaparecido tan repentinamente. «¡Nuestro perro estaba aquí!», exclamaron, claramente conmocionados. Los vecinos, tratando de comprender la situación, decidieron unirse para buscar al cachorro desaparecido.
Armados con antorchas y determinación, los aldeanos empezaron a rastrear la zona, con la esperanza de encontrar algún rastro del polluelo. Se adentraron en los bosques cercanos, sin saber adónde podría haberlo llevado el águila. Pasaron horas sin suerte y, justo cuando la búsqueda empezaba a parecer inútil, alguien vio algo a lo lejos: un gran nido encaramado en lo alto de un árbol.
El grupo, dirigido por el Sr. Larson, se acercó cautelosamente al nido. Notaron un movimiento en la copa del árbol. ¿Podría ser el águila? Tenían que averiguarlo. Al acercarse, el espectáculo que les esperaba dejó a todos boquiabiertos. En el nido del águila no sólo vivía el pájaro, sino también el cachorro desaparecido.