La pelea por la comida se intensificó rápidamente. Los niños lanzaban bocadillos por todas partes, riendo y provocando el caos. Las magdalenas volaron por los aires y el salón de recepciones se convirtió en un caos. Julie corrió de un lado a otro, intentando recuperar el control, pero ya era demasiado tarde. La escena se le había ido de las manos.
Samantha no se sentía culpable. Julie la había tratado como a una niñera, y ahora estaba aprendiendo una lección sobre la falta de respeto a los demás. A medida que pasaba la noche, Samantha sonreía para sus adentros. Julie había quedado en medio del lío, abrumada y avergonzada, mientras que Samantha había dejado claro su punto de vista sin necesidad de levantar la voz.