Miró hacia las grandes puertas, picada por la curiosidad. El hermano Paul se percató de su distracción y siguió su mirada. «Probablemente sea el viento», susurró tranquilizador, aunque una leve arruga de preocupación se dibujó en su frente.
Marianne asintió, tratando de deshacerse de la sensación de inquietud que le invadía el pecho. Volvió a prestar atención al himnario, pero la sensación de calma fue efímera. El sonido se hizo más fuerte, ahora acompañado del crujido de la grava bajo sus pies.