Más lejos del resplandor de las farolas, la oscuridad se hacía más densa, presionando por todos lados. Sólo el paso firme del lobo les orientaba. Cada paso aumentaba la sensación de que algo urgente les aguardaba en su destino.
Por fin, llegaron a la linde de un denso bosque que se alzaba como un gran centinela silencioso. La loba se detuvo y dirigió su aguda mirada a los humanos que venían detrás. Le pesaba el pecho, y cada respiración era un testimonio tanto del agotamiento como de la determinación inquebrantable.