El agente se adelantó, bloqueando la entrada. «No puede hablar en serio. Esta cosa podría llevarnos a una emboscada, o algo peor» Marianne le miró a los ojos, con voz firme. «Si quisiera hacernos daño, ya lo habría hecho. Por favor, confíe en mí»
El oficial vaciló y finalmente suspiró, haciéndose a un lado. «Iré con usted, pero si las cosas se tuercen, pediré refuerzos» Marianne asintió, con un gesto de gratitud en el rostro. Juntos siguieron al lobo hacia la noche, mientras las puertas de la capilla se cerraban con un chirrido.