El teléfono de Katie zumbó con una llamada. Pero la señal era débil, por lo que la voz del veterinario sonaba confusa. Apenas podía distinguir sus palabras, pero parecía que le estaba diciendo que volviera. Ahora, Katie se enfrentaba a una decisión crucial: seguir al lobo o escuchar al veterinario y volver.
Tras un momento de duda, Katie se armó de valor. Decidió perseguir los misteriosos sonidos, sintiendo que estaba cada vez más cerca de descubrir algo importante. Cuanto más se adentraba, más denso se volvía el bosque, y una fuerte sensación le decía que no estaba sola; sentía como si unos ojos observaran cada uno de sus movimientos. Su corazón latía de miedo hasta que, de la nada, una voz en la distancia gritó su nombre.