Podemos imaginar la escalada de incomodidad mientras el tuitero se debate entre confesar o no lo de la saliva extraña. ¿Interrumpes su vergonzosa limpieza de babas para susurrar incómodamente «Um, en realidad eso es mío…»? ¿O le dejas continuar bajo la errónea creencia de que la culpa es de su sueño?