La señora Peterson le reveló a Jack una verdad difícil: Elise había crecido sin padre y la señora Peterson tuvo que criarla sola. La situación se volvió aún más difícil cuando descubrió que estaba embarazada de gemelos. Sabiendo que no podría criar sola a dos hijas, tomó la angustiosa decisión de dejar a una de ellas en un orfanato.
A Jack le asaltó la incredulidad, pero no pudo evitar comprender la dura situación a la que se había enfrentado la Sra. Peterson. Mientras las lágrimas rodaban por las mejillas de la Sra. Peterson, Jack se vio dividido entre la frustración por la verdad oculta y la simpatía por su dolorosa decisión. En su llorosa confesión quedaba claro que el amor de la Sra. Peterson por sus hijas seguía siendo fuerte, a pesar de su arrepentimiento.