La señora Peterson lo saludó con una sonrisa amable, desestimando sus preocupaciones. «Nunca eres una molestia, Jack», le aseguró. Su voz se suavizó cuando añadió: «Acabo de hacer unas galletas, las que le encantaban a Elise» Sus ojos contenían un toque de melancolía cuando mencionó su nombre.
Jack podía sentir el peso de la pena de la señora Peterson, comprendiendo demasiado bien el dolor de perder a un ser querido. Él también seguía llorando la muerte de Elise. Se tomó un momento, se aclaró la garganta y respiró hondo para tranquilizarse.