Jack miró la tarjeta de visita que tenía en la mano, la que ella le había dado. En ella aparecía el nombre de «Sarah Miller» en negrita, lo que indicaba que era la directora ejecutiva de una empresa de contratación de personal. Estaba muy lejos de lo que hacía su mujer, Elise. Siempre le había apasionado su trabajo como enfermera, cuidar de los pacientes y marcar la diferencia en sus vidas.
Esta mujer, Sarah Miller, claramente no es mi esposa, Elise. A menos, pensó Jack con el corazón acelerado, que hubiera sufrido una dramática transformación y fingido su propia muerte para empezar una vida completamente nueva con una identidad diferente. La idea parecía absurda, pero, en medio de su confusión, no pudo evitar rememorar los dos últimos meses con ella. ¿Se le había escapado alguna señal?