«Oh, Jack…» empezó ella, con voz llena de simpatía, pero entonces su expresión sufrió una repentina transformación. «Oh, Dios mío», jadeó, su mano voló a cubrir su boca de puro asombro. «¿Qué? ¿Cómo? No puede ser…» Su mirada cambió rápidamente entre la foto en la mano de Jack y la mujer sentada en la cabina.
Jack sintió alivio al ver la expresión de Kim, que confirmaba su reconocimiento del asombroso parecido. Ella también lo había notado. No era sólo su imaginación; aquella mujer se parecía realmente a su difunta esposa. Pero la realidad seguía siendo que ella no podía ser su esposa.