Luka estaba seguro: había leído bien las intenciones del oso, como si su lenguaje silencioso fuera ahora el suyo propio. Siempre había creído firmemente en la brújula de su instinto, una guía que nunca le había llevado por mal camino. Sin embargo, el destino hacia el que le conducía el oso estaba fuera del alcance de sus más descabelladas especulaciones…
Las repetidas apariciones del oso a su puerta no eran meras coincidencias; era una petición desesperada de ayuda, un SOS silencioso de una criatura sin otro recurso que recurrir a los humanos. El oso había depositado su confianza en Luka, y ahora le tocaba a él honrar esa fe.