Luka, que vivía en medio del bosque, conocía bien la población de osos de la región, y sabía que de vez en cuando se aventuraban hacia las residencias humanas, atraídos sobre todo por el olor de la comida. Esto lo tenían en cuenta los arquitectos que diseñaban las casas de la zona, integrando medidas para reducir los posibles conflictos entre humanos y osos.
Sus puertas de cristal estaban fortificadas con materiales resistentes y reforzados, diseñados específicamente para disuadir a cualquier criatura grande y curiosa como los osos negros. Por lo tanto, Luka se permitió un suspiro de alivio, sabiendo que la barrera entre su familia y la criatura era segura. Fue entonces, en medio del caos, cuando reconoció las extraordinarias circunstancias con las que se habían topado…