Un hombre tuvo que sacrificar a su perro porque no tenía dinero para el tratamiento, pero el veterinario hizo algo inesperado

Se paseó fuera de la sala de reconocimiento, teléfono en mano, buscando opciones de préstamo. Los bancos exigían verificaciones de crédito. El suyo estaba arruinado. Los prestamistas de día de pago cobraban intereses exorbitantes, que él no podía pagar. Tragándose su orgullo, envió mensajes de texto a conocidos con la esperanza de que alguien le prestara una suma rápida. El silencio era ensordecedor.

En la sala de espera, la mente de Derrick daba vueltas a los peores escenarios. Si no podía permitirse el tratamiento, la única opción humanitaria podría ser la eutanasia. La idea de perder a Rusty, su mejor compañero, después de años de lealtad, le carcomía como un dolor implacable. Susurró: «Aguanta, amigo. Por favor»