Las miradas críticas se repetían en su mente, cada una más profunda que la anterior. Aún podía oír los susurros, las risitas y los suspiros. «Piensan que soy un fracasado», pensó con amargura. «Tal vez tengan razón
Jacob permaneció allí lo que le pareció una eternidad, con el frío calándole hasta los huesos mientras luchaba por recobrarse. No podía volver a la tienda, no ahora, no después de lo que acababa de pasar. Pero la idea de volver a casa con las manos vacías era igual de insoportable.