«No hay médico ni enfermera en el vuelo, así que nadie más que él, que sabe primeros auxilios, puede asistirla». Sus palabras surgieron más firmes, una súplica desesperada envuelta en la delgada armadura de la lógica. Seguramente, él podría encargarse de esto.
El hombre tragó saliva y Kristen vio cómo se le tensaban los músculos de la garganta, sus ojos se apartaban de ella como si buscara una salida que no existía. Su renuencia flotaba en el aire como una niebla espesa, sofocando su esperanza. «Sí… quiero decir, sí. Por supuesto»