Pero esta pequeña pista había encendido las brasas de la esperanza en el corazón de Theresa. No estaba delirando ni era una lunática, lo que había visto y presenciado aquel día era real y alguien más también lo había visto. Todo lo que tenía que hacer ahora era descubrir la verdad que se ocultaba tras este extraño fenómeno.
Decidida a descubrir la verdad y recuperar la cordura, Theresa recogió sus cosas y se adentró en el bosque. El mismo bosque donde había visto por primera vez el orbe brillante, donde los niños se habían desmayado… aquí era donde todo había empezado.