No podía ser un ovni. La sola idea parecía ridícula. Pero si no era eso, ¿qué había visto? La pregunta la corroía, supurando bajo la superficie. Ya no se trataba sólo del suceso, sino de su cordura, de su credibilidad como profesora.
Decidida a encontrarle sentido, inició su propia investigación. Hasta altas horas de la noche, peinó Internet en busca de cualquier mención de orbes brillantes o fenómenos similares. Pero los resultados eran vagos y poco útiles, llenos de teorías conspirativas que no llevaban a ninguna parte.