Los padres no tardaron en llegar, con caras de miedo y confusión. Theresa podía ver la incredulidad en sus ojos mientras les contaba lo sucedido: el objeto extraño, el desmayo de los niños. Sus palabras sonaban imposibles, incluso para ella.
El escepticismo era palpable. Una madre se adelantó, con voz cortante. «¿De qué tonterías está hablando? ¿Objetos voladores? ¿De verdad? ¿Esperan que nos creamos eso?» Otro padre intervino, acusador: «¿Qué les has dado? ¿Algún tipo de comida en mal estado?»