Antes de que Theresa pudiera procesar lo sucedido, el primer niño se desplomó. El corazón le dio un vuelco cuando, uno a uno, los demás le siguieron, cayendo como moscas sobre la suave hierba. Cayeron como a cámara lenta, con los cuerpos inertes y los ojos cerrados.
Theresa sintió un nudo en la garganta, el pánico crecía como una ola. Corrió hacia el niño más cercano, sacudiéndole suavemente los hombros, con voz temblorosa. «¡Despierta! Vamos, despierta, Jimmy» Pero no hubo respuesta, sólo silencio.