Caroline era la única hija de John y Emily Duval, una niña imaginativa de nueve años con facilidad para contar historias. Con su madre, Emily, una destacada investigadora científica en un centro estatal, y su padre, John, un exitoso agente inmobiliario, Caroline tenía todo lo que una niña puede soñar, excepto tiempo de calidad en familia.
El exigente trabajo de Emily la obligaba a pasar tres días a la semana en otra ciudad, donde se encontraba el laboratorio de investigación. Aunque la visitaba siempre que podía, su carrera dejaba la mayor parte de las responsabilidades parentales en manos de John.