A John se le hundió el corazón. Había esperado resolver sus dudas, pero Caroline estaba claramente agotada. No queriendo presionarla, accedió a regañadientes. «Muy bien, vamos a llevarte a casa», dijo, todavía confuso y frustrado mientras se alejaban de la escuela, sin estar más cerca de las respuestas.
John no podía dejar de pensar en el patio de recreo y en la ausencia de una figura gemela. ¿De verdad Caroline se lo había imaginado todo? Sin saber qué creer, decidió enviar un correo electrónico a su profesora, con la esperanza de que le aclarara el asunto.