Pero no podía llevarse a sus hijos dormidos. Tenían que quedarse en casa. Suspirando, David se dio cuenta de que tenía que pedirle otro favor a su madre, independientemente de cómo se sintiera al respecto. Sabía que ella nunca le permitiría olvidar este día, pero no le quedaban alternativas.
Así, David le rogó a su madre que hiciera de canguro una noche más. Al principio se negó, pero tras insistirle, cedió. «Pero recuerda que es la última vez», le advirtió. David sabía que hablaba en serio; nunca le habían gustado las responsabilidades de ser abuela. Sin embargo, también comprendió que era la única solución viable para reunirse con su mujer.