¿Se habían equivocado los médicos? ¿Su mujer estaba en coma? ¿Por qué le impedían visitarla? Estas preguntas llenaban su mente mientras corría por el hospital, gritando el nombre de su mujer, perseguido por el personal de seguridad. De repente, tras otra llamada a Emily, oyó una débil respuesta: «¿David?» Era débil y apenas audible, pero reconoció la fuente.
David gritó su nombre aún más fuerte, y cada vez que ella respondía, él seguía su voz. Era como encontrar una aguja en un pajar, pero lo consiguió. Ahora estaba tan cerca que casi podía sentir su presencia. Su corazón latía con adrenalina, impulsado por la perspectiva de reunirse con su esposa.