Durante toda la noche, sus intentos de conciliar el sueño se vieron frustrados por las frecuentes visitas de los médicos y el incesante pitido de las máquinas que controlaban sus constantes vitales.
A la mañana siguiente, Emily se despertó un poco más tranquila, pero seguía sin respuesta a muchas preguntas. Además, echaba de menos la reconfortante presencia de su marido y sus hijos.