A pesar de su disposición inicial, los padres de David tenían compromisos previos que les impedían ocuparse de los niños indefinidamente. La larga estancia en el hospital supuso un giro inesperado para Emily y David, que se vieron en una situación desalentadora. Sin señales inminentes del alta de Emily, se vieron acorralados a tomar una difícil decisión: David tuvo que dejar a su mujer para cuidar de sus trillizos recién nacidos.
Sola en su estéril habitación de hospital, Emily se esforzó por desviar su atención del incesante dolor. Intentó perderse en la distracción de los programas de televisión y los juegos de móvil, mientras esperaba ansiosamente los resultados de las pruebas. Una sensación de desolación se apoderó de ella, desplazando sus nervios. Ansiaba volver a casa, abrazar la normalidad de la vida familiar con David y sus trillizos. Sin embargo, allí estaba, confinada en una cama de hospital, a la deriva de la incertidumbre. La frustración crecía en su interior y amenazaba con derramarse en forma de lágrimas. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué nadie se lo explicaba? Justo cuando estaba a punto de rendirse a la desesperación, una enfermera entró en la habitación. Sus palabras fueron un duro anuncio: «Emily, lamento informarte de que necesitamos que pases la noche en observación»