Al recobrar el conocimiento, Emily se sintió desorientada y luchó por comprender lo que le rodeaba. A pesar de la tranquilizadora presencia de David a su lado, preguntó repetidamente por él, como prueba de su estado de aturdimiento. «¿Dónde está mi marido?», «¿Dónde está David?», gritaba nerviosa. David intentó tranquilizarla diciéndole que estaba a su lado, pero no lo consiguió.
Tras unos momentos de desconcierto, su conciencia mejoró, pero seguía sintiendo un dolor considerable. Ajena a la serie de acontecimientos que la habían llevado hasta allí, Emily se sintió aliviada de recibir por fin la atención médica que necesitaba.