Sus dedos se congelaron. Conocía esa risa. Levantando la vista, los ojos de Emily recorrieron la cafetería en busca de la fuente. Y entonces lo vio. Su padrastro, Mark, sentado a unas mesas de distancia.
Emily estuvo a punto de descartarlo como una coincidencia. Pero cuando sus ojos se posaron en él, se le hundió el estómago. Mark no estaba solo. Sentada a su lado había una mujer a la que Emily no había visto nunca. Y no estaban charlando casualmente. La mano de la mujer descansaba ligeramente sobre la suya, sus cabezas juntas mientras reían suavemente.